miércoles, 6 de enero de 2010

LA ODISEA DEL RECICLAJE

Esta es una historia verídica que he recibido hoy a mi correo electrónico, es algo que le pasó a un amigo mio ayer y me parecía interesante compartirlo con vosotros. Este amigo se llama Jesús Cortés y también tiene su pagina web: www.labacapop.com

Cito textualmente el correo de mi amigo:

Ayer, noche de Reyes, viví un experimento improvisado que quizá tenga algo de mágico. Me dispuse a ir al encuentro de un amigo. Bien, como suelo hacer, y además es obligatorio, cogí de mi contenedor de residuos de papel y cartón una bolsa repleta con todos ellos y salí de mi casa tan contento con la firme decisión de depositarlos donde deben, es decir, en un contenedor azul.

El camino empezó por la mitad de la avenida del Mediterráneo (recinto ferial, Zapillo). Cogí la senda y pensé: ya me encontraré con algún contenedor adecuado. Realmente, la mente a veces te juega malas pasadas. Anduve y anduve hasta llegar a la calle Padre Méndez. Bueno, miremos por aquí, volví a pensar inocentemente. Seguía andando entre las re-renovadas calles del Plan E hasta llegar hasta la calle Poeta Paco Aquino. ¿Cuánto tiempo llevo andando ya? Esta bolsa ya me está empezando a pesar.

Sigamos todo recto. ¡Tiene que haber algún contenedor!, pensé. No encontraba muchas explicaciones a estar más de 30 minutos andando buscando un fantasma, pero todo eso cambió cuando me choqué con la gente y sus adorables criajos. ¡Claro, los Reyes Magos!, grité al cielo. En una noche de magia, los contenedores se han esfumado por obra y gracia de los monarcas de Oriente. Cogí esa explicación como el que se agarra a un clavo ardiendo. Pero, bueno, sigamos caminando entre el bullicio del gentío y los bombardeos de caramelos por la avenida Federico García Lorca hasta Alcalde Muñoz.

Con mi bolsa en la mano aún. No aguanto más. ¿Y si la tirara en ese arbolillo de mierda que han plantao después de talar los que había antes del Plan E? ¿Quién se iba a enterar?. Los cantos de sirenas me atacaban y estuve a punto de tirarla en un contenedor para plástico. Sin embargo, alguna diosa u odiosa me ayudó a seguir adelante. 45 minutos habían transcurrido ya. Recorrer entre sudores Alcalde Muñoz hasta Puerta de Purchena fue difícil, pero llegué.

Obviamente, en el centro neurálgico de la ciudad nunca iba a encontrar mi contenedor, esa ilusión, ese fantasma que ya me atormentaba. Ya sólo me faltaba la calle Regocijos. Mi última parada. ¿Qué haré si no lo encuentro? Pero, ¿realmente existe? ¿Alguien lo ha visto para que no persiga una sombra?. Ya dudaba de todo hasta que ¡al fin!: un contenedor azul se mostraba ante mí en toda su gloria. Después de más de 55 minutos andando lo había encontrado. No pude más que arrodillarme y besarlo apasionadamente. Hasta unas lágrimas brotaron de mí. Ahora comprendo mucho mejor a Ulises cuando regresó a Ítaca.

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